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Autoestima: no dejar de cuidarse

Autoestima: no dejar de cuidarse

“Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma”.

Abraham Maslow – Una teoría sobre la motivación humana

Para comenzar, recomiendo la lectura previa de los textos “El amor no es lo que creímos que es” y “Las preguntas del amor: ¿cómo anda mi forma de amar?”. Allí he planteado con mayor amplitud lo que no es y lo que sí es el amor, y desde esas reflexiones es más sencillo hablar de auto-estima y auto-cuidado.

Recordando los puntos clave allí expuestos, comentaba lo siguiente acerca del amor:

  • El amor es una fuerza, una energía, un hálito vital, un impulso interno que construye vida, que no hace daño, que invita a cuidar y a facilitarle al objeto del amor que esté bien, que esté feliz, que despliegue lo mejor de sí, que crezca, que sea sí mismo. En pocas palabras, “una fuerza que transforma positivamente todo lo que toca”.

  • Pero de nada sirve la fuerza–energía del amor si no se convierte en actos concretos que lleven a esa transformación positiva, así que el amor también es el conjunto de “haceres” que conducen a crear esas posibilidades para que aquello que amamos crezca y despliegue la mejor y más auténtica versión posible de sí mismo. En pocas palabras, el amor es “un acto de voluntad que le apunta al crecimiento del ser”; como decían las abuelas: “obras son amores y no buenas razones”.

Entiendo la autoestima como un acto sostenido de amor, depositado sobre uno mismo, los demás y lo demás. Es una cualidad que nos invita a actuar de forma consciente, cuidadosa, integrada y perdurable para encontrar, aceptar y desplegar todo nuestro potencial de seres humanos como individuos, como sociedad y como ecosistema.

Para percibir mejor esta visión, es útil hacer algunas precisiones:

  1. Como cualidad que ayuda a ser mejores personas, la autoestima puede verse como un valor en sí misma.

  2. La autoestima invita a actuar, entonces se traduce en hechos, yendo más allá del discurso, el deseo y las buenas intenciones.

  3. Se practica de forma consciente, o sea que implica que la persona esté despierta y se dé cuenta de lo que acontece en su interior y su entorno.

  4. Es cuidadosa, no hace daño, y este cuidado se deposita en uno mismo, en los demás y en lo demás; nos convierte en seres “no-peligrosos”.

  5. Funciona de forma integrada, lo que significa que este auto-amor se deposita en todas las dimensiones de la persona. Se traduce así en el cuidado y el crecimiento corporal, mental, emocional, espiritual, social y ecosistémico.

  6. Cuida también la dimensión social y ecosistémica, aspecto fundamental para no confundir la autoestima con egoísmo o individualismo. Amarme implica amar a mis congéneres y a mi planeta pues son una parte de mí y yo una parte de ellos.

  7. Opera de forma perdurable, en el continuo presente y con proyección de futuro.

Las ventajas de cuidar de sí mismo Insisto en que quererse a uno mismo no debe confundirse con egoísmo o narcisismo. Gradualmente, la humildad que tanto se nos predicaba como virtud y se confundía con apocamiento, servilismo y sumisión, está siendo entendida como sencillez, ecuanimidad y justicia, valores que promueven una Vida Buena para todos, no sólo para nosotros y nuestro entorno cercano. Son muchas las ventajas y los efectos positivos personales y colectivos de quererse, cuidarse y no hacerse daño; enumero unos cuantos:

  1. Estimula el auto-conocimiento, la autonomía y el buen auto-concepto, generando sensación de aceptación y agrado de ser uno mismo tal y como se es, en sus cualidades, gustos y áreas de mejora.

  2. Genera claridad, flexibilidad, creatividad, fuerza, seguridad y confianza en uno mismo para enfrentar y superar retos y dificultades con optimismo, a pesar del miedo, la duda o la pereza. Es el sustento de la tolerancia a la frustración o “resiliencia”, capacidad de recuperarse ente la adversidad.

  3. Propicia condiciones favorables para tomar decisiones que no hacen daño, ni a sí mismo ni a los demás. Por ejemplo, si un adolescente sabe que consumir licor daña sus neuronas y lo pone en peligro, pero tiene un buen nivel de autoestima, tendrá mayor probabilidad de negarse a hacerlo a pesar de la presión de grupo, la impulsividad y la curiosidad, pues el valor del autocuidado pesará mucho más que el placer o la influencia externa.

  4. Facilita la comunicación y las sanas relaciones interpersonales en la medida en que desde su propia auto-estima, la persona proyecta empatía, respeto y amabilidad sobre los demás, aceptándolos tal y como son.

  5. Fortalece el auto-respeto, la sensación de merecimiento y la asertividad, generando mecanismos de argumentación, protección y límites ante situaciones que atentan contra la dignidad o la integridad humanas.

  6. Favorece la experiencia gozosa de la vida, el encuentro de sentido y significado, la posibilidad de disfrutar, valorar y cuidar lo que se tiene y lo que se es.

Todos estos factores propician poderosamente la Vida Buena, algo que no debe confundirse con la “buena vida” o la “vida fácil”. La autoestima facilita poderosamente que la vida, que de por sí es dificultosa, no nos quede grande. Es muy fuerte la relación entre la buena calidad de la vida y el ejercicio de la autoestima; por esto vale la pena esforzarse para cuidarla y cultivarla como un inmenso tesoro, que enriquece nuestra vida y la de los demás.

Favorecer la autoestima siendo más humanos ¿Cómo favorecer la construcción de una buena auto-estima en nuestros hijos y en nosotros? Siendo más humanos.

Parto de una frase muy conocida del pacifista Abraham Johannes Muste (1885, Zierikzee, Países Bajos -1967, Nueva York – USA) que también ha sido atribuida a M. Gandhi:

“No hay un camino hacia la paz; la paz es el camino.”

Me atrevo aquí a parafrasearla, diciendo:

“No hay un camino hacia el amor; el amor es el camino.”

“No hay un camino hacia el cuidado; el cuidado es el camino.”

Los valores no se enseñan sino que se transmiten y contagian desde el ejemplo y la vivencia misma de éstos en la vida cotidiana. Es imposible construir autoestima desde un discurso incoherente donde se dice una cosa pero se hace otra, o desde una imposición que provenga de una asignatura o un discurso acerca de valores. Un niño que es bien tratado, que es reconocido como un ser único y que es aceptado por lo que es, construye gradualmente un auto-concepto y un auto-cuidado fuertes, a prueba de vulnerabilidades y adversidades. De igual forma, aprende a cuidarse y a quererse desde el ejemplo que recibe de sus padres y adultos que lo acompañan, pues valora e imita estos hábitos que provienen de las personas que admira y de las cuales depende para su sano desarrollo. Todo esto es ser más humanos.

En el caso de los adultos, disponemos de habilidades que están en nosotros como capacidad instalada y que favorecen el cultivo de la autoestima pues nos hacen más humanos: la consciencia y el cuidado.

La consciencia la entendiendo como la capacidad de “darnos cuenta” corporal, mental, emocional, espiritual y socialmente hablando, mientras se ejercita la vivencia plena del espacio y del momento presentes. Es percibir y reconocer que, como seres humanos y como ecosistema, somos algo tan sagrado que nos sentimos permanentemente invitados a respetar y valorar la vida. Es una habilidad que cuando se activa nos protege de caer en ese estado impulsivo o distraído de anestesia o de “piloto automático” que nos hace presas fáciles del temor, la inseguridad, la pereza, el facilismo y el egoísmo.

Entiendo el cuidado como valor esencial que nos invita a tomar decisiones y acciones dentro de un marco del buen trato y consideración, que no hace daño y que amplía nuestros horizontes de interdependencia y unidad para una convivencia respetuosa y armónica con nosotros mismos y con los demás.

De nada sirven la consciencia y el cuidado que se quedan en el discurso o en las buenas intenciones. El gran reto es la acción cuidadosa constante; es mantener hábitos de cuidado responsable a través de la determinación, el esfuerzo, el principio de realidad y la priorización de valores que nos lleven a actuar cuidadosamente con nosotros y con los demás de forma amplia, perdurable y digna.

Dicho simplemente: el camino hacia la autoestima es ser más humanos.

Termino con esta reflexión de Erich Fromm que nos invita a mantener el vínculo inseparable entre el amor propio y el amor a los demás:

“El amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas opuestas. Todo lo contrario, una actitud de amor hacia sí mismos se halla en todos aquellos que son capaces de amar a los demás”.

Erich Fromm – El Arte de Amar


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