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Recuerdos de Woodstock

Acabo de volver de Nueva York, después de estar en el Woodstock Fruit Festival. Ha pasado más de una semana desde que se acabó y sigo nostálgica, por mi me hubiera quedado 2 semanas…1 mes. Para aquellos que no sepan de qué estoy hablando, es un festival de comida crudivegana que empezó en el 2011 y cuyo propósito es conectar personas con intereses similares.

Recuerdo la cara de preocupación y escepticismo de mis papás cuando les dije que quería ir – “no queremos que te vuelvas fanática,” me decían. Tuve que explicarles que mis ganas de ir no tenían nada que ver con cambiar nuevamente mi estilo de alimentación al crudismo, sino con conocer gente nueva, pasarla bueno y tomarme unas muy merecidas vacaciones. De echo, durante la semana que pasé allá, la comida pasó a un segundo (o quinto) plano pues estuve demasiado ocupada haciendo kickboxing, pesas (en donde me lesioné las rodillas por hacerlo mal), gimnasia, power yoga, clases de baile, expresión corporal, abdonimales, malabares, hula hula, yendo a los juegos de integración, al High Ropes Challenge, a karts, a los inflables del lago, a pasear en kayak y obviamente a hacerme masajes. Uno podía escoger cómo organizaba su día, bien fuese ir a charlas sobre salud y nutrición, hacer ejercicio o actividades lúdicas, o sentarse a hablar con la gente y “no hacer nada.” Eran tantas cosas para hacer que era imposible hacerlas todas. Un taller que me encantó fue el de hacer arte con frutas porque conocí a la niña más tierna del campo, y un taller que odié fue el de mirarse a los ojos durante 40 minutos con un desconocido porque me estaba quedando dormida. No fui a ninguna charla pero sí fui a un par de demostraciones de recetas, aunque nunca probé lo que hacían porque la cola era muy larga.

Pocas veces me encontré a la señora con la que hablé en el bus de ida durante las 4-5 horas que duraba el viaje. No sé exactamente cuanta gente fue pero sé que fueron más de 500 y que de alguna manera todos cupimos en el edificio donde se hizo el Miss Woodstock y el Talent Show. Quiero que por un segundo se detengan a pensar lo que significa alimentar a más de 500 personas con frutas y verduras a manera de buffet 24/7. La cantidad de cajas que uno veía a los voluntarios cargando era de antología. Lo mejor era cuando llegaban los cocos y todo el mundo se volvía loco, inluyéndome a mi que nunca había tomado agua de coco verde; y lo peor era cuando llegaban los durian, una fruta cremosa que sabe a cebolla dulce y que huele hediondo, pero que por alguna razón a todo el mundo le encanta, tanto así que la última noche hubo “Noche de vampiros con durian” -_-

Aparte del durian, la comida me gustó. Todo era bastante sencillo: al desayuno había melon, sandía y jugo de naranja; al almuerzo había frutas como mango, lychees, longans, jaca, arándanos, uvas, bananos y pérsimos, y daban también apio y lechugas; a la comida había más verduras y hacían vinagretas y platos crudos especiales (como falafel y hamburguesas); y todo el día había fruta para coger cuando uno quisiera. No me hizo falta la comida cocinada, tal vez porque era verano y nada más rico que algo refrescante, pero sí me hizo falta la sal, y lastimosamente descubrí al señor que había llevado su propia sal para compartir con todo el mundo el último día. En todo caso aprendí nuevas recetas y me enamoré de la cantidad de colores que puede haber en un plato raw.

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​Esta foto es de una amiga muy especial de Woodstock que daba la clase de expresión corporal. La conocí después de que se acabara la clase porque se me acercó a preguntarme si estaba bien, luego de verme haciendo caras de incomodidad por una hora. Recuerdo decirle que me sentía muy fuera de lugar, no sólo en la clase sino en el campo, porque todo el mundo volaba sobre nubes de algodón de azúcar mientras yo sentía que aburría a la gente con mi presencia. Le dije que aveces odiaba a todo el mundo y luego me sentía culpable por ser tan egoísta, y también que no me gustaba verme en un espejo mientras bailaba. Ella sólo me miraba con la mayor empatía y me decía que me permitiera sentir lo que estaba sintiendo sin darle nombre, sin juzgar. Esa fue gran parte de mi experiencia en Woodstock: sentir de todo cada día. Aveces me sentía sola y triste, otras veces me sentía llena de energía, hubo momentos para compartir y otros para contemplar, hubo noches que casi no dormí, hubo gente que me cayó muy bien, otros me cayeron mal y a la mayoría no los conocí. Lloré, me reí, sentí rabia y alivio, frío y calor, hambre y llenura. Me emocioné, me decepcioné, me desconecté.

Extraño las fogatas que hacían cada noche y llegar a mi cabaña a las 4:00 am, pero sobre todo me hace falta la gente. Este año los organizadores procuraron que todo el mundo interactuara más ya que en los años anteriores se habían creado grupitos, y realmente pude sentir eso; uno no tenía que conocer a la persona o al grupo de personas sino simplemente sentárseles al lado al almuerzo y hablarles. Fue la mejor decisión que pude haber tomado. A todos los que puedan ir, realmente se los recomiendo. Quedé con ganas de volver, pero al mismo tiempo hay tantos festivales que no sé qué hacer con mi tiempo y plata. El próximo año tal vez vaya al Thai Fruit Festival, un festival más informal en Tailandia al estilo Raw Till 4, o al Holistic Holiday at Sea, un crucero de alimentos vegetales integrales en el Caribe. Me siento adicta, ahora sólo quiero ir a festivales todo el tiempo. Por ahora les dejo el link de WFF para que se antojen y se animen a ir: http://www.thewoodstockfruitfestival.com/


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