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Iniciativas por una comida sana: Entre la música y los alimentos - el caso de Daniel

Cuando Daniel emprendió su negocio no pensó en hacer plata. La motivación primera de él fue comer alimentos sanos producto de la tierra de su familia. Quiso así marcar alguna distancia con la comida comercial, llena de interrogantes en torno a su valor nutritivo. Con el tiempo fue surgiendo la idea de un negocio, como complemento a sus ingresos de músico. Lejos de comprender las exigencias de una idea tan básica.

Los meses del primer año transcurrieron y con ellos fueron surgiendo nuevos sueños. Un banco de semillas, con lo que conseguiría independencia y confiabilidad. Una residencia para turismo rural, denominada por otros como agroturismo, que se inspire en el “hacer bonito” y lograr ese espacio con un tipo de construcción ecológica, eso sí con calidad y funcionalidad. Que sea un espacio para el aprendizaje, a partir de mingas, a través de talleres, con ambiente propicio para rituales o ceremonias. Inspirarse también con la apicultura. En conjunto, un espacio con los rasgos de un santuario que inspire recogimiento y conexión con lo vital.

La relación con el campesino que le colabora también se ha convertido en un plano valioso de experiencia. La ve como una oportunidad para unir fuerzas con beneficios mutuos, él aprende con el campesino y éste y su familia también aprenden en función de algo tan básico como es lograr una alimentación sana. Lo que no deja de desconcertarlo, porque suponía un mejor criterio en los campesinos sobre las virtudes de una comida saludable. Por eso estos meses le han permitido comprender el grado de injerencia de los distribuidores de químicos, a causa de los cuales la desinformación del productor directo, el labriego, termina siendo alta y los efectos sobre su salud y la de su familia bastante inciertos.

Lo claro y cierto es que disfruta el trabajo con la tierra, por el momento algo distinto y más motivante a lo que venden asociado al empleo. A partir de un aprendizaje empírico sobre una variedad de asuntos relacionados con la huerta y la comercialización, sigue aprendiendo. El mayor reto tal vez es el manejo de la información y de las decisiones financieras, la comprensión precisa del presupuesto completo del negocio. En eso no se diferencia de muchos otros productores, tanto rurales como urbanos, pero en especial de los que luchan a favor de la producción orgánica o de menor impacto.

Hacia el futuro está el manejo del balance entre su música como profesional y la variedad de actividades posibles en torno a la huerta. También le queda el reto de afrontar las exigencias de convertirse en un centro de acopio, con una marca reconocida y con productos certificados. Sin duda el sueño va exigiendo más planificación y claridad sobre las demandas de inversión, cuando lo deseado es alcanzar un ingreso complementario significativo y poder vivir allá, en ese entorno que siente más propicio. Por eso cada vez es más evidente la necesidad de asociarse.

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